Lo acontecido con Uday y Qusay ha generado una serie de cuestionamientos. La primera reacción en el mundo árabe fue la de desconfiar la versión oficial. Al iniciarse la guerra iraquí y al lanzar la ofensiva general sobre Bagdad la prensa fue informada que Saddam o sus hijos habrían sido dados con mísiles. Lo mismo se dijo con relación al ‘químico’ Ali en Basora. En todos esos casos hubo muchas bajas civiles.
Diversos periodistas reclamaban que los cadáveres sean mostrados y rápido para hacer frente al escepticismo de muchos iraquíes quienes pensaban que se podían digitalizar fotos. Luego, el ejército se ha visto obligado a lavar y rasurar a los cuerpos sin vida para tratar de hacer frente a quienes siguen teniendo dudas.
Uno de los muertos es un menor de 14 años. El hecho que él u otros niños vayan siendo disparados en constantes enfrentamientos es algo que ya aparece ‘normal’ por parte de fuerzas que afirman representar potencias basadas en la democracia y los derechos del niño. Es mas, la caída de ese adolescente incluso es visto por muchos medios como un beneplácito pues se afirma que él sería un nieto de Hussein.
Algo que sorprende es que ambos hermanos hubieran estado juntos cuando se suponía que debían estar distanciados para evitar ser capturados conjuntamente. Más aún llama la atención el hecho que el ejército haya decidido atacarlos con armas pesadas en vez de haber buscado capturarlos vivos mediante un cerco. Los hermanos Hussein fueron abatidos con el fuego de poderosos cañones y 200 soldados. Ellos, en cambio, apenas tenían fusiles y pocos hombres.
El cerco se aplicó con Noriega en Panamá y hubiese permitido poder interrogarlos, saber del paradero de las armas de destrucción masiva, y juzgarlos consolidando así al nuevo régimen. También se conjetura del porqué no se les puso bajo vigilancia para dar con el padre.
El combate duró seis horas y no es posible pensar que los atacantes no estaban bajo órdenes expresas del comando central e incluso del presidente Bush. El objetivo era aparentemente producir un éxito militar que les permitiera a los jefes de estado aliados poder torear la embestida de la oposición en lo concerniente a la desinformación fabricada para generar la invasión.
Algunos columnistas se han preguntado si realmente le interesa a Bush el dar con Saddam. Ya van casi dos años desde el 11 de septiembre y Bin Laden sigue vivo. Diversos analistas especulan que Bush le necesita para crear un demonio que le permita unir a su nación y al mundo tras él en su prédica de militarización anti-terrorista.
Mas, tomar a Hussein vivo o muerto sería un gran golpe publicitario y un aliento para los seguidores de Bush y Blair. Por otra parte haría que muchos iraquíes sigan diciendo lo mismo que se ha escrito al pie de la famosa estatua del dictador que fue abatida el 9 de Abril: ya se hizo la tarea y es hora de irse.
Algo que es inobjetable es que la muerte de los dos sucesores de Saddam no ha paliado la resistencia. Es mas, ha exasperado la violencia. A las 36 horas de dicha balacera tres soldados estadounidenses fueron asesinados. El propio Hussein salió al aire con una grabación.
El Baath podría querer volver al poder. Su estrategia pudo haber sido evitar una confrontación total en Bagdad, Tikrit y sus bases del triángula sunnita para así mantener sus cuadros y prepararlos para una resistencia partisana prolongada. Hay varios ejemplos en que regímenes nacionalistas depuestos se revitalizan desde la oposición frontal. El 9 de Abril no es sólo el aniversario de la caída de Saddam sino de la revolución boliviana de 1952 que llevó al MNR al poder después de haber sido derrocados sangrientamente en julio 1946 cuando su entonces presidente Villarroel fue colgado de un farol.
Sin embargo, el escenario que estamos viendo es que la resistencia tiene diversos grupos: desde radicales chiítas hasta socialistas. La muerte de los Hussein podría generar nuevos líderes que pudiesen adquirir popularidad al no arrastrar con ellos el pasado del autoritarismo pasado.
Isac Bigio
Analista Internacional