Uno de ellos es Arabia Saudita (quien se clasificó para Alemania 2006). Es mas, los sauditas no permiten que nadie del sexo femenino pueda votar, ser ministro, conducir un auto o andar sin velo y sin compañía en la calle. Mientras muchos criollos están acostumbrados a “sacarle la vuelta” a la esposa, en esos países la poligamia es legal y la mujer “adúltera” puede sufrir terribles castigos corporales.
Allí se mantiene el patriarcado en su mayor expresión. Como descendiente de árabes sufro en carne propia resabios de algunas de esas prácticas. Mis abuelos paternos se casaron por arreglo comercial. Mi madre mulata y cañetana era despreciada por ellos. Mi padre maneja a su familia como patriarca y decide que si el primer hijo no quiere ser su propiedad debe hacer lo mismo con el nieto mayor, aunque sea a costa de violar toda ley.
Sin embargo, los sauditas tienen un reino aún más arcaico. El suyo es el único país del mundo que lleva en su nombre el de la familia que le gobierna. Los sauditas lograron apoderarse del grueso de la Península Arábiga y de las dos ciudades más sagradas del Islam (La Meca y Medina) en los años treintas tras liderar el movimiento fundamentalista religioso wahabita.
El descubrimiento y explotación de pozos petroleros permitió a los jeques del desierto convertirse en billonarios. Con su oro negro los sauditas han promovido los movimientos más oscurantistas que hay en el Islam. Uno de sus discípulos fueron los talibanes afganos quienes llegaron a prohibir el fútbol, la TV y hasta que las mujeres mostrasen destapados sus ojos o cualquier parte de su cuerpo.
El saudita más conocido es Osama. Si en el mundo Bin Laden es sinónimo de la destrucción de las torres de Nueva York, en Arabia Saudita esta es la familia que ha construido uno de los dos mayores rascacielos de dicho país.
La monarquía saudita no proscribe el fútbol. Por el contrario, es algo que promueven con sus millones para buscar “modernizar” su extremo machismo y entrar mejor a la globalización. Muchos de sus jugadores son extranjeros y están obligados, como todos los sauditas, a rezar 5 veces cada día, a ayunar todo este mes (el mes sagrado del Ramadán), a no consumir alcohol y a ser supervisados por una policía religiosa que nos recuerda la inquisición de la Plaza del congreso.
Isaac Bigio
Analista Internacional