Sin embargo, el poder armado recae en la troika Abdullah-Qanooni-Fahim quien detenta los ministerios claves. Rabbani y Khan , los dos líderes históricos del Jamiat no se sienten muy felices con el acuerdo. Rabbani no hubiese querido abandonar la presidencia y él ha mostrado hostilidad al ex rey Zahir.
Diversas fuerzas militares controlan cada una de las 5 principales ciudades afganas. La capital (Kabul) está en manos del referido triunvirato. Mazar e-Sharif es controlada por el general Dostum quien llama a boicotear al nuevo gobierno. Herat esá en manos de Khan, el líder del Jamiat quien no simpatiza mucho con sus correligionarios que dominan la nueva administración. En Jalalabad hay una coalición pashtú que no se siente representada en el nuevo gobierno. Kandahar está en disputa entre por lo menos dos caudillos enemigos: Naqibullah (acusado de ser pro-Talibán) y Agha (el ex gobernador con un historial de saqueos).
Agha aparentemente estaría complotando con Dostum contra el nuevo gobierno. Los dos principales partidos pashtoes (el de los islamistas radicales de Kekmaytar, quien fuera el partido m s grande en la guerra anti-sovi’tica, y el de los monarquistas moderados de Gailani) se oponen a lo que ellos ven como un gobierno t¡tere de los tadjikes del Jamiat.
El partido Unidad de los hazaras chi¡tas ha aceptado algunas carteras pero manifiesta su desagrado por la poca representatividad que su etnia ha conseguido.
En diversas partes del pa¡s se reporta que nuevas bandas armadas vienen asumiendo el control de sus respectivos enclaves. En las principales ciudades van volviendo a surgir grupos como la Asociaci¢n de Mujeres Afganas (RAWA) o izquierdistas que cuestionan a los actuale sy previos gobernantes como criminales de guerra, fundamentalistas y enemigos de los derechos femeninos.
La alianza entre los monarquistas de Karzai y el Jamiat no es nada facil. Los primeros quisieran que Kabul sea patrullada por una fuerza multi-‘tnica y multi-nacional, pero el Jamiat no quiere soltar el monopolio armado que detenta sobre ‘sta. Algo que mantiene unida a la nueva administraci¢n es la presi¢n internacional y la promesa de miles de millones de d¢lares en ayuda. Sin embargo, estos mismos factores pueden tambi’n ayudar a derrumbarlo. Los pa¡ses vecinos tienen rivalidades entre s¡ en torno a Afganist n. Rusia quer¡a que Rabbani fuese el presidente. Pakist n quiere limitar el poder
> de la Alianza Norte_a apuntalada por Rusia, Ir n e India. Esta, los sauditas y Karzai quisieran encontrar fracciones talibanes para que entren al nuevo gobierno. Uzbekist n sigue apadrinando a Dostum, quien sostiene que el nuevo gobierno afgano no podr entrar a las zonas que detenta.
La pugna por la ayuda econ¢mica y en torno a que hacer con el opio va a generar nuevas rencillas. Los talibanes prohibieron el cultivo de amapolas, pero el grueso de las nuevas fracciones armadas promueve el narcotr fico.
La ca¡da del Talib n no ha solucionado el poblema afgano. Ha creado nuevas complicaciones que seguir n transformando a este empobrecido y castigado pa¡s en una fuente de nuevas confrontaciones.
Isaac Bigio
Investigador y profesor de la London School of Economics & Political Sciences.