La nueva historia comenzó cuando unos 450 emigrantes afganos, ceilandeses y paquistaníes se hallaban hacinados a bordo de una precaria embarcación Indonesia, más cerca del naufragio y de la muerte que de llegar a la tierra prometida.
El «Tampa», un carguero noruego, que navegaba en la zona, acudió al lugar de la inminente tragedia y por decisión de su capitán Arne Rinnan, recogió a los componentes del patético grupo integrado por desfallecientes seres entre los cuales había 26 mujeres y 43 niños.
La nave con previsión para los 20 tripulantes, debió ser adaptada para alojar precariamente a los emigrantes. Les instalaron en contenedores vacíos y les proporcionaron comida.
Dieron aviso a los gobiernos de Indonesia y Australia para que indicaran algún puerto donde poder atracar con los sobrevivientes de la tragedia. Y aquí comienza la sucesión increíble de radiocomunicaciones donde los gobiernos se pasan la cuestión unos a otros, declinando cualquier responsabilidad. Indonesia, cuyo puerto de Merek era el m s pr¢ximo, dijo que ya tienen suficientes problemas con los inmigrantes ilegales que tienen en su territorio. El gobierno australiano afirma que segon el «Derecho Internacional», el barco debi¢ dirigirse al puerto m s cercano, en Indonesia. El gobierno noruego tambi’n se ha desentendido de la suerte de los inmigrantes, afirmando que son los gobiernos de la zona quienes deben asumir sus responsabilidades. As¡ han transcurrido cuatro d¡as sin que nadie proporcionara una ayuda m’dica urgente reclamada por el capit n. ( Se calcula que cuando fueron recogidos llevaban entre 8 a 10 d¡as a la deriva en el nav¡o indonesio).
Entre los inmigrantes hay muchos enfermos (disenter¡a, malaria, desnutrici¢n).
A bordo del «Tampa», los desesperados pidieron al capit n que pusiera rumbo a la Isla de Navidad, posesi¢n australiana. Advirtieron que de no ser as¡, se arrojar¡an al mar, «porque ya no tenemos nada que perder». Vista la falta de respuesta y de acuerdo de los gobiernos implicados, el capit n inici¢ la navegaci¢n hacia el territorio insular.
El gobierno australiano decidi¢ entonces enviar un guardacostas y varias lanchas ligeras con marines fuertemente pertrechados como para combate que abordaron el carguero noruego. (+otra «intervenci¢n humanitaria» del mundo desarrollado?)
El primer ministro John Howard proclam¢ su objetivo: Australia impedir¡a de cualquier forma, incluso por la fuerza, que la nave llegue a sus puertos y desembarque a los inmigrantes.
Mientras gobiernos, ministros y funcionarios vuelcan sus citas sobre el derecho internacional, nadie – salvo el capit n del carguero – asume la primera responsabilidad: la del auxilio humanitario. El director de la Asociaci¢n de Refugiados de Austrlia, Kevin Liston le recordaba a su gobierno que «los inmigrantes no buscan una situaci¢n econ¢mica mejor, simplemente escapan de sus pa¡ses para salvar sus vidas». «Conforme la legislaci¢n australiana, afirma , la mayor¡a de ellos tendr¡an el estatuto de refugiados».
Pero ser dif¡cil conmover al gobierno australiano. Se rige por razones de estado, no por sentimientos o consideraciones humanitarias. Siguen la estela que marcan los Bush, los Berlusconi… han globalizado la injusticia y la miseria. Ahora globalizan la hipocres¡a.
Hip¢critas porque sus discursos hablan de democracia, de reducir diferencias, de derechos de los hombres, pero en la pr ctica se desentienden de sus responsabilidades hist¢ricas en procesos de esclavitud, de colonizaci¢n, de explotaci¢n, de relaciones comerciales injustas, de injerencia abierta en la vida de otros pa¡ses.
Hip¢critas porque ahora pretenden dar la espalda a la Conferencia sobre Racismo de Durban, porque hay l¡deres de pa¡ses empobrecidos que quieren poner un espejo frente los opresores, para que vean su verdadero rostro: Thabo Mbeki, presidente sudafricano, pidi¢ a los delegados que visiten la ciudad, que es un verdadero ejemplo de la herencia del colonialismo y el racismo, con barrios divididos entre blancos, indios y negros, y con las huellas visibles de la desigual distribuci¢n de la riqueza.
Mbeki pidi¢ un verdadero compromiso de todos los pa¡ses para erradicar la pobreza y el atraso generados por esa herencia «que condena a millones en todo el mundo a la pobreza y la desesperanza».
Ese mensaje, en lo esencial compartido por movimientos sociales, campesinos e ind¡genas de todo el planeta, irrita y disgusta a los poderosos.
El «Tampa» es un doloroso s¡mbolo de nuestros tiempos: cientos de seres humanos sin alimentos, sin futuro, muchos de ellos enfermos, anclados en aguas internacionales. Como en la Edad Media, un barco de «apestados», una «nave de los locos» sin derecho a puerto.
Han globalizado la injusticia, la miseria y la exclusi¢n. Ahora, con sus discursos sobre el derecho mientras los emigrantes mueren ahogados, por hambre, por enfermedades o por desesperanza, han globalizado la hipocres¡a.-
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>Hipocres¡a: fingimiento de cualidades, de ideas o de sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen. Del griego hipokris¡a (acci¢n de desempe_ar un papel teatral.)
Nota elaborada por la Redacci¢n de SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa.