Esperaba verla aparecer embutida en un Armani «experiencia que toda mujer debe vivir»- por aquello del Miss Planeta tan cacareado por los medios españoles e internacionales. Como su veinteañera Judith de la premiada «Mientras Vivimos» que vino a promocionar, escruté casi todas las declaraciones ofrecidas en su rol de entrevistada, revisé las críticas de esta segunda novela y releí «Un calor tan cercano» que tanto me conmovió. Se me antojaba una suerte de Lara Croft, de carne y hueso que traía entre pecho y espalda, los bombardeos en Beirut, una historia personal tramada durante la dictadura franquista y una militancia en todas las causas que trastornan los órdenes establecidos: el de los hombres, el de la sociedad e incluso hasta el que ella nombra su «amante» : el periodismo. Me preguntaba qué trato debía darle a ella, reportera de guerra, una de las cronistas más inteligentes e incisivas del periodismo hispano, cuando de repente surgió ante mí, quebrando todos los estereotipos de la mujer del milenio Algo en mí se liberó y me supe rendida ante su inteligencia, tan contundente como las mechas rojizas, con deslices rosas, que coronaban su cabeza. Ciertamente la dentadura se aleja de la sonrisa publicitaria, pero su carcajada y complicidad con el acto de vivir derrumban cualquier prejuicio estético. Zapatos de goma, una falda larga y un vaporoso foulard, con el que jugueteó durante la entrevista, conformaron el atuendo para cumplir con sus colegas bolivarianos. Ni un ápice de su glamour, se vio afectado por aquellos tenis y la ausencia del Arman: aquel desparpajo en la estampa y el verbo, formaban parte del manifiesto que era ella misma.
-¡Comamos como cerdas- dijo Y nos dirigimos a hacer gastrovoyeurismo . Una tortilla con tocineta y picante, caraotas negras- y un café con leche, fueron la primera colación del segundo día de Maruja Torres en Venezuela, país al que conocía sólo por referencia epistolar de unos parientes que describían una tierra de gracia donde el oro colgaba de los árboles y las mujeres no se afeitaban las piernas. Disfrutando de aquella ración de colesterol, sin cargo de conciencia, se dispuso en la trinchera de entrevistada.
De la periodista a la escritora: ¿Cómo influye la «deformación profesional» en su ejercicio escritural?
– Sin el periodismo no hubiera tenido la oportunidad de templarme, de pasar por experiencias, de conocer gente y hacer lo que hago ahora en literatura, este oficio me dio todo eso y no soy desagradecida, no me impide escribir y puedo separar los tiempos -y estilos- de la novela y el periodismo, no me confundo, logro ser la perfecta esquizofrénica. En «Un Calor tan cercano», empezaba a describir como era una silla, una mesa, en fin eran datos de periodismo. Tenía que romper y volver a empezar: trabajar con metáforas, con ideas, porque en el periodismo tienes que dar el argumento y el lead, en una novela tienes que esconder, a lo mejor, no lo que pasó, pero si por qué pasó y cómo, es un argumento de largo aliento que hay que contar con cierto suspenso porque es muy bonito que haya un secreto. En «Mientras vivimos» lo primero que me surgió fue eso, en cuanto decidí que una chica joven y dudosa iba en pos de una autora de éxito, mayor y dudosa me pregunté, por qué duda ella, qué le pasa, y cuál es el mal del personaje de Regina; tenía que existir un conflicto individual, y se me ocurrió lo del cuarto oscuro y de ahí fui tirando….
«Un calor tan cercano» se me acerca a una novela de la nostalgia
-Intentar rescatar lo bueno que hubo para no ser desgraciada. Eso lo hice en el analista cuando tenía 32 años, pero la novela nació cuando tenía 40 y tantos y ya no me duele. Me sirvió de apoyo haber vivido muchas de las cosas que cuento allí. La segunda es más difícil porque me la he inventado toda.
«Mientras Vivimos» me sonó como una nostalgia por el futuro…
-Exactamente, es Ulises en La Iliada con nostalgia de futuro: ¿merece esta gente una segunda oportunidad? En realidad toda la novela está encaminada a poner en paz a Regina con Teresa, y a darle una segunda oportunidad a una chica que ha sido burra, pero no es mala. Se equivocó, tuvo la precipitación y la soberbia de la juventud y lo malo del éxito temprano.
¿El éxito puede ser una trampa para un escritor?
-Tienes que tener muy claro que la vanidad es lo peor. Todos tenemos nuestra dosis de ego y es maravilloso tener compensación, pero un escritor debe tener muy claro que su éxito es escribir. Mi éxito fue conseguir, en primer lugar, dejar la redacción, trabajar en casa, a solas, y que me saliera, porque hay días que crees que te vas a morir de angustia, pero cuando ves que va saliendo ese es el éxito. Que te lo publiquen es el segundo éxito y que te lean es el mayor éxito de todos, porque enlaza el primero con el tercero. El segundo es a través de un intermediario, pero realmente lo importante es la relación lector -escritor.
¿A los catorce años soñabas con ser escritora y ganar el Premio Planeta?
-La España del 57-58, era de una sordidez intelectual, una tristeza espiritual y una fealdad estética que lo que soñabas era con un mundo diferente. Ganar un premio y publicar novelas habría sido fabuloso para mí. No sabía escribir, tenía el don pero me faltaba todo: training y vivencias. La historia del barrio chino de Barcelona, habría podido escribirla a los catorce, pero no me habría salido como «Un calor tan cercano», sino como un dramón, mal escrito seguramente.
En las dos novelas hay una reflexión permanente, de oponer la armonía al caos. ¿Qué te significa esa reflexión?
– Creo que tiene que ver con mi infancia que me marcó mucho. Fue ir de una vivienda a otra, salir de un colegio, antes de tiempo e ir a otro y entre una y otra salida no ir a ninguno, la separación de mis padres en fin. Desde pequeña me di cuenta de que a mi madre-que en paz descanse- yo le había caído encima como una responsabilidad que la abrumaba. Y es esa sensación de abandono que implica el caos, lo que me hace necesitar orden burgués a mi alrededor, no una vida burguesa: jamás he firmado un papel, jamás me he casado con nadie, jamás he querido tener hijos justamente por miedo a hacerlo mal y convertir la vida de otro en un caos. Quizás eso subyace en mis novelas. Tengo miedo al desorden vital, al desorden angustioso, que es despilfarro de vida, de energía e inteligencia. En mis novelas lo que hago es organizar el caos y crear enlaces para que se redima así mismo.
Mario Vargas Llosa dijo alguna vez que escribir era entrar en crisis con el orden del mundo.
– Eso está muy bien, no te gusta el mundo que tienes y lo quieres cambiar. Cuando- en las novelas- hablo de dar segundas oportunidades, en realidad me refiero a eso: no me gusta como es la vida. Siempre que puedo, intento dar finales felices, en el sentido de finales abiertos, porque esta vida es muy corta y creo que escribo para entretener con inteligencia, a lo mejor soy un morro, pero espero que una persona que lo pasa bien tres horas leyendo un libro, no le sea tiempo perdido; sino que reflexione sobre cosas de la vida como la ética, las relaciones de trabajo, el comportamiento entre personas. Por este libro- Mientras Vivimos- he recibido cartas de personas que estaban en un mal momento y luego de leerlo tuvieron una sensación de paz., al ver que se puede aprender de los errores y perdonarse. En el primer libro; el personaje Manuela Montemayor, retrocede con el recuerdo, se reconcilia con su madre y descubre que hubo una gran mujer en su vida, su prima Irene. Se da la oportunidad y acaba diciendo » He aprendido a volver y también aprenderé a vivir» …Se parece mucho al final de «Mientras Vivimos», espero que el próximo no me salga así….
Si no te puedes convertir en Regina Dalmau.
Cansada de guerra
¿Escribir es tu acto de fe?
– He ido encontrando nuevos territorios y nuevas fantasía en mi interior gracias a la literatura, entonces mi acto de fe es: coño, esta vida tiene arreglo si lo hacemos bien.
Eso lo descubro a partir de «Un calor tan cercano», sigo con «Mujer en guerra» porque de alguna forma es la novela de mi vida: que me pasó en tantos años y por qué , como abandoné la parte salvaje del periodismo que consiste en ir buscando el peligro cada vez en una dosis más alta, que suerte tuve y que desgracia que mataron a Juancho a mi lado, pero que lección me dieron. Es mentira que estemos dominados por el destino, no soy nada fatalista. Creo que la naturaleza humana de por sí tiende a la maldad, pero como el niño a la violencia; si lo educas bien no va a ser un asesino en serie. La naturaleza humana tiene que autodirigirse porque lo tiene todo para ello.
Pero has dicho que nos salió mal el experimento
– Es que soy pesimista de la razón y optimista de la voluntad. Todo lo que hacemos nos sale mal, porque siempre lo hacen los peores, ¿donde están lo mejores, cojones?. Yo se que Aznar es tonto, en Italia saben que el que tienen es tonto, en Francia ¿Como van a arreglar Sharon o Arafat el problema árabe-israelí ? La única forma es compartir, que se conozcan y hagan intercambio, lo que pasa es que cuando has agarrado a un pueblo y lo has echado de su casa, hay un odio ahí, pero alguna generación tendrá que dejar de odiar.
¿Alguna vez te sucedió que la noticia sobrepasase la tragedia de la guerra?
– Nunca me pasó eso, afortunadamente sólo me distanciaba en los bombardeos, porque si te van a matar, agarras la botella de whisky y te dices yo no estoy aquí pero luego sales a contar los muertos con los lagrimones. 1989, aún no había sucedido lo de Juancho, fue el año en que viví peligrosamente, sin saberlo me encontraba en todos los berenjenales. Estaba empezando a haber una especie de acuerdo de paz en el Líbano y regresaron los niños a los colegios con sus uniformes, al verlos me dio una llorera, y me volví al fotógrafo que era de estos de -yomellevoestabaladerecuerdo y esas estupideces , y llorando le dije: nunca preferiré un país en guerra que un país en paz, por aburrido que se vuelva y por pocas noticias que des.
¿La narrativa te permitió exorcizar los muertos del campo de batalla?
– Es una manera bonita de decirlo. Si ciertamente, incluida yo.
¿La vida es una trama de espejos, Regina se refleja en Teresa, Judith en Regina… Tres modos de entender la literatura?
– Y la vida, porque en este caso la literatura es parábola de la vida, de la esencia, la ética y el comportamiento hacia los demás, de no engañar- engañarse, porque si te engañas a ti mismo inmediatamente engañas a los demás, que no te de vergüenza mirarte al espejo cuando te levantas en las mañana; ni mirarte en el espejo de los otros.
¿Alguna vez te ha ocurrido la sequía creativa?
– Sequía no, pero el vacío aterrador me ocurrió después de terminar «Un calor tan cercano» pensé que no podía escribir ni una columna, ni un articulo. El día que puse la palabra fin. metí el diskette en el bolso. Me iba de viaje a la mañana siguiente con una amiga muy querida, mujer de mi primer excompañero, aunque eso parece de comisiones obreras, no lo soporto. A las 5 de la mañana me levanté y me senté en el escritorio y me dije ¡ostias! ¿dónde está mi ordenador, dónde está mi novela, dónde está mi costumbre?
Abajo el sostén
¿El feminismo se ha convertido en una forma de totalitarismo?
-El feminismo oficial se ha convertido en un empleo para muchas. Hay un sector de lesbianas-algunas- excluyentes del hombre, y eso es muy pasado de moda, como la época en que se quemaban sostenes, error tremendo porque luego se nos cayeron los pechos a todas y a mi personalmente, de tanto andar en pelotas por casa con las tetas colgando, acabaron igual, como la musculatura del pensamiento feminista, colgando y convirtiéndose en una parodia de si mismo. No estoy en contra del feminismo; soy feminista y quiero serlo las 24 horas del día, porque es una actitud ante la vida, una defensa de tus derechos y la reivindicación de tus deberes. Reivindico un feminismo práctico, diario que tenga en cuenta que las cuatro mujeres que nos hemos instalado en el mundo de los hombres tenemos un compromiso muy grande con las otras que son pobres, indígenas, golpeadas o campesinas.
Pero hablas de la furia de la mujer, ¿tiene que ver Freud con esto?
– Eso si que es feminismo profundo, no hay nada más furioso que una mujer frustrada.
¿Freud? No, de la misma forma que en los años 70, yo estaba hasta los cojones de coger un espejo y mirarme el clítoris porque me lo decía un libro, estaba hasta los ovarios de Freud que se murió sin saber del punto «g». Claro que acertó muchas cosas con el complejo de Edipo, pero la envidia del pene, por Dios ¿para que quiero yo un pene teniendo tantas cositas?…
Tal como Regina Dalmáu hoy es el principio de tu vida….
– Pues no, yo llevo una carga de vida detrás que la tengo muy en cuenta por suerte no he tenido una culpa que lavar como la de ella, pero en cualquier caso cada día lo vivo como si fuera el primero e intento disfrutarlos todos. Y sobre todo ser consciente de lo que te ocurre y no cerrar los ojos y acumular mierda bajo la sombra, no estoy diciendo que eso se consigue, porque eso sería la perfección, pero bueno yo lo intento.
¿Qué vas a hacer con ese montón de pasta del premio Planeta?
– 50 millones de pesetas son 275.000.000$, la mitad está en una cuenta para hacienda; de la otra mitad, un 10% va para mi agente literaria, otra parte ha ido a parar a la hipoteca de mi piso, que es eterna. Luego he comprado ropita, he mejorado la vida de la gente que trabaja para mi, la portera, mi perrito que lleva una vida regalada, mi secretaria, y luego como hemos vendido tantos ejemplares, pues ya empezará a chorrear algo más de dinero. Y he vendido los derechos al cine que son 75.000 $ . Mi situación económica va a pasar de ansiedades: pretendo alquilar una casita cerca del mar, y el traumatólogo, por mi rodilla, tener un estudio grande y escribir.
Yoyiana Ahumada