Sin
embargo, informes oficiales de la ONU muestran que hay un ‘arma de
destrucción masiva’ que viene exterminando a más humanos indefensos que
todos los gases lanzados por todos los dictadores juntos desde la
post-guerra.
Se trata de un destructor biológico que en los últimos años ha causado la
muerte de más de 2,2 millones de africanos más otros cientos de miles en
las Américas y Australia. Esta no es un arma lanzada intencionalmente por
un determinado gobierno. Aunque algunos conjeturan que puede tratarse de
una epidemia producida o esparcida en ciertos laboratorios, lo cierto es
que el virus del SIDA (el HIV) ya tiene infectadas a más de 30 millones de
personas en todo el globo. Hace 5 años las estimaciones de la Organización
Mundial de la Salud anunciaban que 19 millones en Africa subsahariana, 5
en el sud-sudeste asiático, 3,1 en las Américas y 1 millón en el resto del
mundo tenían HIV. En el 2001 unas 5 millones de personas contrajeron dicha
enfermedad. Una región donde esta plaga viene creciendo de manera
acelerada es en lo que fuese el bloque soviético. En 1998 unas 30,000
personas padecían de ese mal en Europa oriental y Asia central pero sólo
en el 2001 tuvieron 250,000 nuevas víctimas. Esta región pasaba a superar
a América Latina y el Caribe quien en ese mismo año tuvo 190,000 nuevas
víctimas.
La epidemia del SIDA parece imparable. Más de 30 millones de africanos la
padecen. Hay países donde casi no hay familia que no tenga algún paciente
con HIV. Swazilandia, enclavado en Sudáfrica, el más rico país del
continente negro, tiene al 40% de su población infectada. Los swasis y
otras naciones africanas están presenciando el mayor genocidio de su
historia.
La epidemia del SIDA puede ser parada y revertida. Los organismos de salud
encargados de luchar contra ese flagelo piden triplicar el presupuesto
anti-SIDA y se calcula que con unos diez mil millones de dólares anuales
la curva podría estar bajando. Esta cifra equivale a una mínima fracción
del presupuesto militar norteamericano o de los gastos que la guerra de
Irak ocasionará.
El presupuesto de salud de Swazilandia equivale a la mitad de lo que
cuesta el avión privado de su rey. El SIDA avanza en el ex bloque
soviético gracias a que la medicina estatal y gratuita ha sido
desarticulada.
Naciones Unidas aconseja a todos sus miembros el que destinen el 0.7% de
su Producto Interno Bruto a combatir el SIDA. Sin embargo, uno de los
porcentajes más bajos (0.1%) lo tiene la potencia más rica del globo
(EEUU).
Muchos millones de personas pudiesen tener acceso a tratamientos siempre y
cuando bajase el costo de las medicinas. Sin embargo, los mayores
poseedores de éstas son las multinacionales norteamericanas, las mismas
que se niegan a bajar precios aduciendo sus costos en investigación.
El organismo de Naciones Unidas para tratar el SIDA calcula que a final de
la década pueden haber 45 millones de enfermos con SIDA y no menos de 29
millones de esos casos pudiesen ser prevenidos o tratados.
Una guerra global contra el SIDA sería algo más barato y efectivo que una
contra Hussein. Ayudaría a solucionar problemas de miseria e
inestabilidad, y con ello a democratizar al globo. Sin embargo, Bush y
Blair vienen centrando sus energías en un bombardeo masivo contra Irak.
Dos paradojas más. Las armas químico-biológicas que empezó a tener Hussein
fueron inicialmente proporcionadas por Occidente. Londres y Washington se
hacían de la vista gorda cuando Saddam asesinaba miles de iraníes e
irakíes con esos gases, pues en los ochentas él era su aliado contra la
revolución iraní.
En los planes para una nueva guerra se contempla el uso de nuevas armas de
destrucción masivas. Algunas de ellas fueron usadas recientemente en
Afganistán. Estas han sido la ‘bomba deshojadora de margaritas’, una que
destruye toda forma de vida en un radio de medio kilómetro, y la de
‘racimo’, que lanza decenas de minas. La novedad es que el Pentágono cree
será necesario lanzar mini-atómicas contra los búnkeres de Saddam. Estas
‘mini’ bombas nucleares tendrían cabezas de un kilotón, con lo cual pueden
asesinarse unas 50,000 personas si ‘estas explosionasen en una zona
urbana.
En aras de destruir supuestas armas de destrucción masivas de una
dictadura desarmada y empobrecida, se lanzarán nuevas armas de destrucción
masiva y se seguirá desdeñando la lucha contra los más devastadores virus
biológicos.
Isaac Bigio
Analista Internacional
London School of Economics