Mario desapareció el 11 de noviembre de 1993 cuando se encontraba distribuyendo comunicados por las agresiones a los periodistas, cuatro días después su cuerpo aparece en la aguas del riachuelo. Las pericias legales y la Comisión de Investigación, integrada por periodistas de diversos medios, determinaron que había sido asesinado.
Bonino se desempeñó laboralmente como periodista deportivo en los diarios Popular, Sur, La Razón, y en 1993 trabajaba en el área de prensa de la UTPBA, como redactor y militante de las ideas de la entidad.
Mario era uno de los más activos compañeros en la lucha por denunciar las agresiones a la prensa, las censuras, las presiones legales hacia los trabajadores de la comunicación y las amenazas que se producían en plena década menemista.
Siempre la UTPBA denunció y llamó la atención sobre los insolentes niveles de CENSURA y AUTOCENSURA que buena parte de los medios argentinos impusieron al tratamiento de la información sobre las causas que llevaron al asesinato de Mario.
Dura fue la tarea que numerosos periodistas, organizaciones de Derechos Humanos y la UTPBA realizaron en todos estos años de lucha contra la impunidad y en especial contra los «olvidos» de la justicia, los medios y los factores de poder.
Al momento de su asesinato, Mario tenía 37 años, estaba casado con Felicia Urbano y era padre de Federico, por entonces de 8 años.
Bonino desapareció la tarde del jueves 11 de noviembre de 1993 en el camino entre su casa, en Independencia y Avenida La Plata, y la sede de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), en Belgrano y Alberdi, hacia donde se dirigía a participar del seminario «El rol de la radio a las puertas del Tercer Milenio», junto con el programa «Protagonistas», conducido por el periodista Eduardo Aliverti.
Recién se volvió a saber de Bonino cuatro días más tarde, el lunes 15 de noviembre, cuando su cuerpo sin vida fue descubierto flotando en el Riachuelo, en la zona ribereña del barrio de La Boca.
Bonino había participado activamente de la campaña «La Peor Opinión es el Silencio», promovida por la UTPBA para denunciar las agresiones a la prensa, la censura y el modelo económico que se estaba imponiendo en el país.
Como muchos, tenía su militancia en la UTPBA como el camino para soñar y pelear por un mundo mejor, más justo, más libre y más solidario, respecto del cual no se contentaba con el escribir y describir, sino que se dedicó a tratar de cambiarlo.
El secuestro y posterior asesinato de Bonino distó de ser un hecho aislado o accidental, como se intentó difundir por entonces. Apenas horas antes de aparecer su cuerpo, en la madrugada del domingo 14, tres personas irrumpieron en la sede de la Obra Social de los periodistas y agredieron con golpes de hierro en la cabeza al sereno del edificio, Miguel Gavilán, quien fue internado de urgencia con conmoción cerebral.
Esa misma mañana, en la sede de la UTPBA se recibió un llamado telefónico anónimo, donde una voz femenina amenazó diciendo que «lo que les pasó anoche les puede volver a pasar».
El hallazgo del cadáver de Bonino se produjo apenas horas después de que los ex presidentes Carlos Menem y Raúl Alfonsín firmaran en la Residencia Presidencial el llamado «Pacto de Olivos».
La posición del gobierno, expresada por Menem, fluctuó entre ignorar el tema, calificarlo como un suicidio y, ante la evidencia contundente de que se trataba de un crimen, adjudicárselo a «sectores mafiosos».
Sin embargo, la real actitud de Menem y su gobierno fue la designación de su amigo Luis González Warcalde como «fiscal especial», quien durante el tiempo en que estuvo en funciones se dedicó a descalificar a Bonino y frenar todo tipo de investigación relacionada con la causa.
González Warcalde no esclareció absolutamente ninguno de los casos que debió investigar sobre agresiones a los periodistas, ni mucho menos halló a los responsables del asesinato de Mario Bonino.
Contra todas las pruebas aportadas por la UTPBA y los abrumadores resultados forenses, el «fiscal especial» González Warcalde insistió hasta la irrespetuosidad con que había sido un suicidio, pese a que todos los peritos, oficiales y de parte, ratificaron que Bonino ya había fallecido cuando fue arrojado al Riachuelo.
La Federación Latinomericana de Periodistas (FELAP), las asociaciones de prensa de Chile, Perú, Costa Rica, México, Cuba, Uruguay, Brasil, España, Inglaterra, Estados Unidos, Francia y Canadá, Amnisty Internacional, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Partido Socialista francés y la Asociación Mundial de Escritores fueron algunas de las organizaciones internacionales que reclamaron por el esclarecimiento del crimen.
El asesinato de Mario Bonino, al igual que el de José Luis Cabezas, no fueron hechos aislados sino que se produjeron en los mismos años en que se registró el mayor índice de ataques contra los periodistas argentinos, según datos propios de la UTPBA.
A fines de abril de 2001, la UTPBA solicitó y obtuvo la reapertura de la causa que investiga el homicidio, producto de las declaraciones formuladas por un suboficial de la Policía Bonaerense al programa Puntodoc/2, en las que señalaba a los autores del crimen como «gente del Comisario Mayor Mario Rodríguez», a quienes identificó con los nombres de «el Lagarto Vargas y el Suboficial Mayor Carmona».
En agosto del 2002, la UTPBA realizó una presentación ante el juez Raúl Irigoyen, a cargo del Juzgado de Instrucción n úmero 10, motivada por la publicación de un artículo en la edición del diario porteño Clarín del viernes 28 de junio, en el que se reproducen declaraciones del cabo de la Policía Bonaerense, Adrián Montenegro, en relación con el asesinato de Bonino.
La declaración de Montenegro señala como responsable del asesinato de Mario Bonino a «…un jefe que estaba en la Dirección de Investigaciones de San Martín en el año 2000 y a un comisario retirado».
Cabe recordar que el año pasado, en el marco de una importante campaña de la UTPBA al cumplirse el décimo aniversario del asesinato de Bonino, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, expresó la decisión del gobierno de solicitar a la Justicia la reapertura de la causa.
Se archivó una y otra vez la causa, reabierta ante cada presentación impulsada por nuestra organización, para que se siga investigando. Nunca hubo una respuesta. Hoy, a once años, la UTPBA sigue denunciando la impunidad que siempre rodeó a ese crimen. Y sigue luchando, por Mario Bonino y junto a su familia, por la Verdad y la Justicia.
Comunicacion Propia