Bernie Ecclestone, olvidando ese viejo y sabio dicho que asegura “el hombre es esclavo de sus palabras”, ha cometido posiblemente una de las mayores indiscreciones de su larga vida y las repercusiones de sus declaraciones en Valencia van a traer, a pesar de que los medios de comunicación audiovisuales intenten quitar hierro al asunto por miedo a perder los derechos de retransmisión -los unos – y el temor de no obtenerlos nunca -los otros- graves consecuencias. De momento el Rey Don Juan Carlos, gran aficionado y primer incondicional de las carreras, ha faltado en esta ocasión y por primera vez a su cita en Montmeló; y no solo él, sino toda la Familia Real. El espaldarazo de la monarquía a este deporte en España le otorgaba prestigio y color, una trascendencia social de evento global que Ecclestone siempre ha querido fomentar.
La crisis se ha abierto en uno de los mercados preferentes del imperio de Bernie y, una vez terminado el Gran Premio, esos asesores que hasta ahora tiene en nuestro país van a tener que rendirle cuentas. Para el negocio de Ecclestone España es ahora primordial y el apoyo institucional también aunque sólo sea en forma de asistencia, sobretodo de cara a los grandes esponsors que huyen de los productos desprestigiados que no aportan nada a su imagen. Tras los últimos acontecimientos, el Gran Premio de Europa, el que se celebrará en Valencia, ya no depende de que gane las elecciones Francisco Camps, del PP, sino de que Bernie Ecclestone pueda dar una explicación convincente a su insólita y repudiable actitud. Cómo cambian las cosas. El Rey no ha estado en Montmeló y tampoco podrá credibilizar el Gran Premio de Europa en Valencia ante semejante chantaje a la democracia. Esto va a traer cola.
El yerno de Aznar, Alejandro Agag, mano derecha de Ecclestone en España aunque haya intentado desmarcarse de este inconveniente golpe de efecto sobre la dignidad de los españoles, sí que estaba en Montmeló. Ha utilizado sus mejores poses y diplomacia para convencer los medios de comunicación, aunque nadie le ha creído. Sus argumentos faltan a la verdad. Siempre cuestionado por las altas esferas aunque indispensable como “correveidile”, el ex-ilustre miembro del Clan Becerril devenido a empresario siempre se ha jactado de su buena suerte; pero esta vez el salto sin red puede causarle lesiones. Bernie tiene fama de se extremadamente generoso con los que le hacen favores pero tremendamente justiciero con esos que lo repudian. De momento se ha producido el “sálvese quién pueda”; pero alguien tendrá que perder la cabeza, como el turco, si lo que se pretende es que el Gran Premio de Europa se realice sin cuestiones pendientes, chantajes a la población o condicionamientos antidemocráticos. Todos queremos. Bernie quiere. Los españoles quieren un campeón del mundo, un Gran Premio de Europa urbano, al Rey en la tribuna y más glamour; pero en este momento todo huele…mal.
Gema Castellano
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