Mediante un sistema parecido al de los radares, desde el avión en vuelo el lidar manda una señal (un láser) al suelo y la reflexión de la onda permite generar los puntos que van representando el relieve. El lidar siempre sabe donde está. Su GPS y su enlace satelital anclan el punto marcado en el mapa: se sabe la altura sobre el nivel del mar de cualquiera de los puntos por donde pasa el avión que lo transporta. El teniente ítalo Medina, jefe de operaciones del SAF, cuenta que así ya lograron identificar hacia dónde se expandía una nueva veta subterránea detectada en la mina de Chuquicamata. También puede ayudar a determinar zonas de derrumbes o el trazado óptimo de un tendido eléctrico de alta tensión.
La cámara hiperespectral, en tanto, mide las características del terreno analizándolo según cómo refleja distintos tipos de luz. Con sus datos se llega a conocer la composición mineral del territorio. Más aún, al combinarse con otras tecnologías es posible apreciar el terreno en estudio observándolo desde distintos puntos de vista. Además, como penetra los témpanos, puede medirlos en 3D y conocer su espesor.
No todo es gratis: Medina cuenta que el láser debe operar en una banda de temperaturas y, como las turbulencias afectan al lente, la cámara nueva necesita sobrevolarlas a gran altura. La decisión técnica pendiente no paraliza la digitalización de imágenes. El SAF está transfiriendo a formato digital lo que denominan su Archivo Nacional de Imágenes, la historia gráfica del territorio. Está escrita en enormes películas que ya llenan 60 terabytes de discos duros. Aún les quedan 150 terabytes.
Son imágenes de gran calidad que sirven para la elaboración de mapas precisos. Mediante unos lentes 3D, el personal del SAF las trabaja en relieve, va diferenciando las capas de información e identificando objetos, postes, árboles, casas.
¿Mejor que Google Earth? Nada que ver, dicen los expertos. Jamás Google Earth llegará a esta densidad de información ni a esta precisión y exactitud. Es un autorretrato brutal del territorio. Y su registro en el tiempo une geografía e historia.
Inversión:
Los lidars valen US$ 700 mil, mientras que las cámaras hiperespectrales superan los US$ 1.500.000.