De la unión de estos dos conceptos se valen las industrias de alimentos en Europa y Estados Unidos para echar a andar la fábrica de alimentos funcionales. Es decir, aquellos que aportan beneficios a la salud, más allá de la nutrición básica. Y los alimentos derivados de los cereales también pueden transformarse en este tipo de productos, si se les añaden propiedades saludables. En un reciente foro, expertos debatieron en torno a si la industria chilena está preparada para este desafío. La respuesta unánime fue afirmativa.
Promover un perfil más saludable debería ser la premisa para que la industria nacional vinculada a los cereales entre de lleno en esta tendencia. Un camino podría ser buscar la forma de bajar los niveles de sodio y luego "funcionalizar" los productos agregándoles mayor fibra soluble. Se tendría así un pan o una harina que ayudaría al proceso de digestión, como ocurre por ejemplo, con algunos yogurts. "En España, este tipo de alimentos, tienen un sobreprecio de 2 a 3 euros por kilo", señala el español Javier Morán Rey, médico y socio–director de Food Consulting & Associates.
Explica que estos productos no están limitados a un solo tipo de consumidor. ‘Estas fórmulas permiten orientarse a distintos públicos, con productos más masivos y otros de nicho, que incluyen productos como panes con calcio de leche y antioxidantes’. Este mercado abre una posibilidad muy concreta y probada ya en otros países a las empresas pequeñas, que se pueden dedicar a nichos específicos, orientados a consumidores dispuestos a pagar más por complementar su estilo de vida sano.
Actualmente, existen en Chile experiencias exitosas, como los panes para celíacos, que se fabrican desde hace casi una década. Y sin ser comercial, la leche "Purita Cereal" es una buena demostración de cómo estos productos funcionan: en cuatro años redujo significativamente la anemia en los escolares. Y como los consumidores cada vez toman más conciencia de este tipo de beneficios, no es difícil visualizar que dentro de poco saldrán al mercado, por ejemplo, marraquetas con más fibra, y a un bajo precio.
Los especialistas coinciden, eso sí, en que es necesario un mayor apoyo de parte de los proveedores y también perseverancia. ‘La modernización de organismos como el Ministerio de Agricultura, alineado en el objetivo de transformar a Chile en potencia alimentaria, es una base para un mayor desarrollo de este mercado en el país’, afirma la directora técnica del Grupo Granotec América, Ximena López. Existirían alternativas estatales incluso para apoyar la investigación y el desarrollo de este tipo de productos. "La innovación no es una máquina, sino algo que el mercado valora y que, por ende, compra. Y los alimentos funcionales son una innovación tecnológica", sentencia, Sergio Maureira, de Innova Chile, de Corfo, entidad que apoya iniciativas en innovación.
Pero lo que debe quedar muy claro es que los alimentos funcionales no son un concepto de marketing. "Si no parten de un funcionamiento real tienen una vida muy corta", explica Morán. Tan importante como su efectividad es la educación y los mensajes que se entregan a los consumidores. No se trata de enseñar fórmulas científicas, sino de transmitir en forma simple y directa los beneficios concretos que ofrecen. Todo sin perder de vista dos elementos cruciales: el sabor y el precio, pues el consumidor actual está motivado tanto por la salud, como por el placer y la conveniencia.
Un tema, en Chile, es el de las normas sanitarias y legales que en ocasiones se transforman en un pretexto para ir lento. "Que eso no nos inmovilice. En beneficio de los tiempos hay que avanzar cada vez más rápido", concluye. Los alimentos funcionales son aquellos en los que es posible demostrar que ejercen un efecto beneficioso sobre una o más funciones del organismo, además de sus efectos nutritivos intrínsecos.
Pero, ojo, los alimentos funcionales deben seguir siendo eso, alimentos, y demostrar sus efectos en las cantidades en que se consumen habitualmente. No son comprimidos ni cápsulas, sino componentes de una dieta normal, según el experto español Javier Morán, quien participó en el el XX Seminario ICCT, organizado por el Centro Tecnológico Granotec.
