Empresarios de diversos sectores han reaccionado negativamente a la tendencia creciente de sus clientes de solicitar información de emisiones directas del transporte, consumo de energía y trazabilidad en cuestionarios que antes se referían sólo a las características "tangibles" de los productos. Todo lo anterior va en la línea de las campañas de ‘buy local’ que se promueven desde California a Burdeos o Copenhagen.
Tal preocupación, siendo válida, constituye ya una realidad efectiva de diferenciación en el mercado, y hacia el 2010 comenzará a migrar de lo ventajoso de contar con una huella de carbono reducida, a la existencia de restricciones activas a productos altamente "carbonizados". Sin embargo, las oportunidades pueden ser significativas para el sector forestal y alimentario si nos anticipamos a esta demanda.
Una muestra: Fundación Chile realiza, en alianza con especialistas internacionales, el más complejo y completo levantamiento del carbon footprint de una empresa forestal en el mundo para las operaciones del grupo Arauco, y las fuentes de oportunidades comienzan a emerger a diario, desde el aumento de eficiencia en los procesos hasta una diversificación balanceada de productos y mercados.
En el contexto de una crisis brutal, nos asiste la convicción que una apuesta energética fuerte en recursos renovables, como la biomasa, más el uso de tecnología de avanzada y un transporte marítimo eficiente, pondrá en una posición competitiva inigualable a esta empresa respecto de su competencia de Canadá, Estados Unidos o Escandinavia.
Lo mismo es válido, si se gestiona adecuadamente, en el caso de las paltas, los berries, el vino, los cerdos o el salmón, por nombrar algunos sectores que acceden a nichos de alta sensibilidad ambiental.
Pero se puede ir mucho más allá. Ante el temor a una baja generalizada en el empleo por la crisis, se puede responder con una agresiva campaña de construcción y restauración de viviendas sociales hacia unidades de mejor calidad, con un subsidio diferenciado según el carbon footprint certificado de los elementos constructivos que se emplean y del comportamiento térmico de esa vivienda en el tiempo.
Esto no sólo genera un círculo virtuoso de dinamización de la economía a partir de la construcción, sino que se extiende más allá por la reactivación de la demanda de partes y piezas de madera (por lejos, el material constructivo con menos emisiones en su formación y procesamiento, comparado con hormigón, albañilería o componentes metálicos), recupera el empleo altamente intensivo en aserraderos y plantas de remanufactura, y profundiza la clusterización de una economía que armoniza crecimiento, calidad ambiental y menor intensidad de uso de energía.
Cada crisis abre espacios de optimismo y revitalización ante la posibilidad de cambios. No obstante, su materialización no está asegurada. Se requiere innovación, coraje y perseverancia. Esperemos que no hayan sido éstos activos los más depreciados por la presente recesión.