Pensamos que conocer de forma muy breve y sintética algunas fechas señaladas puede servir cómo una referencia adicional para empresarias y emprendedoras que están pensando en cruzar el Atlántico con el propósito de asentarse a orillas del Pacífico, comprobaran que estos cambios no son de ayer, sino se inician a finales del siglo XIX, siendo los primeros cincuenta años de mil novecientos muy fecundos en actividades que han posibilitado que al día de hoy exista una casi absoluta igualdad.
En estos últimos años promoviendo la inversión en Chile, nos ha tocado conocer a varias empresarias que se han establecido entre nosotros, y muchas otras son ejecutivas europeas que se han expatriado, representan a sus compañías desempeñando cargos muy diversos aportando sensibilidades y modos distintos al de los hombres en su manera de acercamiento consiguiendo similares o mejores resultados.
Aún cuando a comienzos de la centuria anterior se observa un mayor número de damas ingresando en la universidad, las primeras mujeres médicos de Hispanoamérica se titularon en Chile el año 1887, solo diez años antes se había firmado el Decreto que les permitía acceder a estas casas de estudio.
De “emancipación femenina”, se comienza a hablar en los albores de la centena pasada, entendiéndose con ello el ingreso de la mujer al sector laboral, a la cultura y a la política. Tal es así que en 1913 se constata la existencia de clubes y asociaciones de mujeres que perseguían enmendar su presente situación y democratizar la sociedad.
Según información extraída del trabajo de Adolfo Pardo sobre esta materia, el año 1922 se crea el Partido Cívico Femenino (PCF). Editan la revista «Acción Femenina» durante 14 años, alcanzando a tirar 10.000 ejemplares. Se expresan con singular discreción: «el feminismo no desea violencias. La mujer moderna no pide nada injusto ni abusivo. Queremos que se conozca a la mujer como algo más que un objeto de lujo y placer…». El Partido Cívico Femenino plantea el voto femenino subordinado a la educación cívica. «Primero educar y luego decidir». Trabajan, entre otros objetivos, por el voto municipal, a modo de «ensayo – aprendizaje».
Siendo exactos, la Constitución vigente desde 1833 no excluía el voto femenino, pero cuando en 1875 algunas mujeres en San Felipe y La Serena acudieron a votar en las elecciones presidenciales no pudieron hacerlo. Y en 1884 se dictó una nueva Ley de Elecciones que, en su artículo 40, prohibía expresamente el voto femenino. Hacia 1924 aparece el Partido Demócrata Femenino.
En 1934, se dicta la Ley 5.357 que otorga a la mujer derecho a elegir y a ser elegida en los comicios municipales. Y el 7 de abril de 1935 participan por primera vez en una elección. Se presentan 98 candidatas, siendo elegidas 26. Sin embargo, condicionadas por su rol doméstico, proporcionalmente pocas mujeres se interesaron en participar.
Más tarde, con la plasmación del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena, MEMCH, en 1935, a través del periódico «La Mujer Nueva» y en múltiples reuniones públicas el MEMCH se pronuncia por la protección de la madre y defensa de la niñez; por que la mujer pueda ocupar cualquier cargo rentado e igualar los salarios con el hombre. La sociedad chilena todavía mantenía la opinión de que el trabajo remunerado en la mujer era accidental, semiclandestino y generalmente se aceptaba para que «ella pudiera ayudarse en sus gastos». Abogan también por la defensa del régimen democrático y por la paz. Asimismo propiciaron la «emancipación biológica», es decir, contra la maternidad obligada, proponiendo la divulgación estatal de métodos anticonceptivos. Plantean los temas del aborto clandestino, de la prostitución, de la madre soltera, el divorcio legal, etc, asuntos todos vigentes en nuestro actual pasar.
El 8 de enero de 1949 se concedió la plenitud de derechos políticos a la mujer. En 1950 es elegida la primera diputada que lo fue por Concepción, capital de la actual región de Bío-Bío. Dos años después, en 1952, las mujeres participan por primera vez en la historia de Chile en una elección presidencial.
Esta sucinta relación de hechos me da paso para referirme aquí a mi madre, Ester Roa, mujer excepcional, la cual se inserta en el entorno referido de estas escuetas líneas, fue una persona que destacó siguiendo los cánones de la época que le tocó vivir, contribuyendo como una más a este proceso de acercamiento entre géneros, y que hace escasos días nos acaba de dejar.
Mi madre estuvo en esos primeros grupos de féminas que optaron por estudiar una carrera universitaria, no eran demasiadas, hizo Derecho, una de las primeras abogadas de su región. Luego se inserto en la vida política de su ciudad, Concepción, obteniendo en los dos períodos consecutivos en que participó una de las más altas votaciones nacionales.
Según un reciente editorial del Diario El Sur de Concepción, “no fueron las suyas elecciones intrascendentes, porque la gestión de «la Alcaldesa», lo que antes significaba «la señora del Alcalde» pasó a ser «la mujer cuando desempeña el cargo de Alcalde», se destacó tanto por la decisión en su actuar cuanto por las notables obras de su gestión”. Su labor posterior la llevo a ocupar altas responsabilidades en el quehacer nacional siendo un referente destacado entre las mujeres que junto a muchas otras abrieron un espacio sin vuelta atrás.
Como madre estuvo siempre AHí, hasta los últimos momentos de su vida preocupada por sus hijos, nietos y bisnietas, enseñando y corrigiendo, trayendo paz y buenos consejos.
Mamá, te acuerdas “el hombre es una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña pensante. No es menester que el universo entero se arme para aplastarla….”.
TOMáS PABLO R.