Un Estado suele necesitar financiación cuando sus gastos superan sus ingresos y esta brecha, llamada déficit, es demasiado grande para que pueda ser cubierta por los medios habituales de los que dispone el país. Su funcionamiento se activa a petición de aquel Estado que, tras reconocer sus problemas para financiar su deuda en los mercados internacionales, accede al fondo europeo pactando con el resto de los miembros de la Zona Euro un programa de reformas de su economía.
Hasta ahora los países que lo han solicitado son: Grecia, Irlanda y Portugal. En el caso de los griegos el detonante es principalmente un problema fiscal, el país necesitará más recortes de gastos y alzas de impuestos para seguir intentando salir del atolladero. En el caso de Irlanda, se está ante dificultades en el sistema bancario el que deberá reestructurarse junto con reformas para potenciar la evolución económica y la reducción del déficit público al 3% del PIB.
Finalmente, Portugal. Su complicación difiere de helenos y celtas, es un tema absolutamente de crecimiento. Sus cuentas fiscales y su sistema bancario se mantienen dentro de rangos aceptables, es la falta de desarrollo suficiente la que ha inducido a la variable de endeudamiento a empeorar arrastrándolos definitivamente a solicitar ayuda al Fondo de Rescate.
El caso portugués es el que más de cerca nos toca a los latinoamericanos, no solo por la relación histórica con esta región del mundo, sino, también, porque en este ciclo estamos viendo como nuestras monedas locales se aprecian frente al dólar, poniendo en peligro la expansión. El remedio para los afectados suele ser la devaluación de la moneda local, o, el control al ingreso de capitales extranjeros.
Estas eran las recetas que aplicaban la mayoría de los países considerados periféricos de la Unión Europea antes de su ingreso, entre ellos Portugal. La entrada en el bloque no representó un cambio al que estaban casi obligados si querían seguir creciendo, al comienzo se vivió de las holguras que separaban al norte del sur de Europa, a medida que esta se fueron estrechando unido a la entrada de nuevos actores procedentes del este europeo con iguales productos a más bajo precio el sistema colapsó.
Desde nuestra atalaya en la que estamos en permanente contacto con empresas emprendedoras de sectores muy diversos somos testigos de los esfuerzos que realizan preparándose para competir, poniendo el máximo acento y cuidado en los bienes o servicios producidos, procuran que agreguen valor sobre otros similares ya existente, diferenciándose, ofreciendo algo más. Para conseguirlo mantienen contacto permanente con sus potenciales clientes, de tal manera que su trabajo responda a necesidades reales y aporte satisfacciones hasta ahora no conocidas o poco exploradas.
Chile es un mercado integrado al mundo, de ahí que se advierta a quienes deseen establecerse entre nosotros que productos con bajo valor añadido serán superados rápidamente, la ventaja inicial de la que gozan al momento de aterrizar desaparecerá sin más.
Con todo, existen quienes no pueden competir sin que su moneda local se devalúe, tan pronto comienzan a divisarse en los tipos de cambios movimientos desfavorables a sus intereses se traspasa de inmediato a la autoridad público – privado, la petición de devaluar para poder mantenerse a flote.
Más allá de las medidas inmediatas que tomen los gobiernos de turnos para aliviar períodos puntuales, sería interesante conocer que se está haciendo al interior de los nichos afectados de cara a un futuro inmediato, es probable que en algunos casos la reconversión de lo producido deba ser total. Las reestructuraciones en la propia esfera exportadora deben ser atendidas con la misma diligencia que se solicita la intervención de los responsables de velar por que los tipos de cambio en coyunturas señaladas.
Chile debe aspirar a estar entre los mejores, hay que concienciarse que debemos huir de las devaluaciones competitivas, debe ser una herramienta de uso excepcional, los costos que paga el país son muy altos. Si no queremos vernos como Portugal, es ahora cuando el país mantiene una línea de crecimiento interesante el momento indicado para acometer cambios, innovando y emprendiendo nuevos desafíos en aquellas áreas que lo necesiten, de este modo serán más eficientes, se garantizaran mejores y mas sanos retornos, y lo más significativo se escalaran peldaños a nivel global alejándonos de situaciones difíciles en épocas de crisis.
Una muestra en esta línea es el paso que se dará en las próximas semanas en Chile a través del llamado Plan de Reformas Microeconómicas, que será presentado al Congreso para su aprobación, va dirigido en la convicción de facilitar a nuestras compañías competir en condiciones más favorables. Entre las medidas más destacadas se persigue hacer más eficientes las regulaciones, rebajar los costos de los servicios públicos, o, modificar algunos impuestos específicos.
Juan Andrés Fontaine, ministro de Economía, adelantó que estas involucran a 10 ministerios y que pretenden mejorar las oportunidades de inversión, favorecer la competencia y reducir el tiempo de los trámites de exportación y comercialización. Una vez aprobado algunas serán de aplicación rápida, de hecho ya hay servicios ejecutando algunas recomendaciones.
Estas son una de las tantas maneras de ir haciendo frente a la apreciación de nuestra moneda que unidas a las adoptadas por las propias industrias en sus bienes y servicios, permitirán a empresarios y emprendedores competir con buenas posibilidades de éxito.