La Donaira es un lugar especial, libre de distracciones, con gastronomía, desconexión, descanso, spa y rutas a caballo. La finca se encuentra en la serranía de Ronda. Sus anfitriones quieren que su cliente se sienta como en casa pero olvidándose del estrés de las grandes ciudades. La experiencia arranca en el municipio de El Gastor donde se encuentra la posada y los huéspedes hacen el ‘check in’.
La entrada principal se halla en el ‘Camino de Las Minas’, un carril que discurre por los cerros que separan las provincias de Málaga y Cádiz.
El nombre de ‘camino de las minas’ se debe a que fue construido por los nazis con objeto de facilitar la extracción de Wolframio, un mineral necesario y muy cotizado para reforzar las aleaciones de acero en las fábricas de armas alemanas llegando a hacer la armadura de sus tanques prácticamente impenetrable y sus granadas mucho más destructivas.
El pueblo de El Gastor
Este es el ultimo pueblo de la sierra de Cádiz que linda con la serranía de Ronda, cuna de una novia del famoso bandolero José Maria ‘El Tempranillo‘, conocido también como el Balcón de los pueblos blancos, y está enclavado en el extremo nororiental de la sierra de Cádiz.
Una vez hecho el registro y antes de que nos lleven a la finca propiamente dicha recomiendo aprovechar para programar una visita a esta población en algún momento durante nuestra estancia en La Donaira.
Desde aquí podemos contemplar un magnifico entorno natural; recorrer el entramado de sus calles hasta la iglesia de San José, del siglo XVIII; visitar sus dólmenes prehistóricos y cuevas -la de ‘Fariña’ y la del ‘Susto’- sin olvidarnos del museo de usos y costumbres y la artesanía local (imperdible: la ‘gaita gastoreña’ -un instrumento de viento tradicional de la Sierra de Grazalema, en Cádiz, hecho con un cuerno de toro o de vaca que se tocaba durante las noches de los últimos meses del año- y las ‘pleitas’ -un trenzado realizado con esparto que se usa para hacer alpargatas, forros de garrafas o esterillas-. También hay que probar la gastronomía local: las ‘chacinas’ -carne de cerdo adobada- y el afamado ‘guisote’, elaborado a base de migas de pan, espárragos y ajo. Como digo, bien merece una visita bien planificada.
Ecología y sostenibilidad en La Donaira
La integración en el entorno es una máxima en la Donaira y se realiza con sumo esmero cuidando todos los detalles. Las paredes han sido reconstruidas con piedra de la zona colocada a modo de piedra seca. Los suelos de madera, las paredes encaladas y los grandes ventanales con vistas a la sierra son también algunos de sus atractivos.
Además se han repoblado grandes extensiones con plantas autóctonas como los árboles frutales de “peros de Ronda” -una variedad del manzano que se encuentra en extinción y se cultiva solo en esta región y a la que hizo referencia Benito Pérez Galdós en su obra ‘Fortunata y Jacinta’: “Jacinta no hacía más que probarla y la encontraba áspera y acídula, sin conseguir apreciar el olorcillo a pero de Ronda que dicen que tiene aquella bebida [la manzanilla]”-
Un paseo entre sus encinas nos descubrirá las cajitas de madera que, con un un triple uso, coloca hábilmente el personal de La Donaira: anidar pájaros, anidar muerciélagos y alojar trampas contra parásitos.
Los conceptos de ‘Ecología’ y ‘Sostenibilidad Ambiental’ siempre están presentes, incluída su gastronomía, por lo que en La Donaira podremos disfrutar de una excelsa cocina vegetariana elaborada con hortalizas de su propio huerto -si alguien quiere carne también va a disponer de ella- que se completa con una singular elaboración de tisanas de hierbas naturales cultivadas por ellos, junto a otros detalles.
Los colores del campo mutan brutalmente según la época de año, albero en verano y verde en invierno, a los que se suman las tonalidades extraordinarias que pintan el otoño y la primavera. La finca, con una extensión de 250 hectáreas, es un proyecto holístico en uno de los enclaves con mayor biodiversidad de Europa. Un centro de permacultura que comenzó su andadura en 2006 con la integración de distintas estrategias de rotación animal.
El jardín de plantas medicinales es una verdadera maravilla para los amantes de la naturaleza ya que, además de la gran cantidad de plantas reunidas el diseño es aparentemente natural, nunca geométrico. Las piedras y rocas están integradas de forma natural sin que se note cuáles estaban allí y cuáles han sido recolocadas. Tras un rato de observación pude descubrir el secreto: los trabajadores de esta zona, como todos los de la finca pero aquí se nota más, aman su función y hacen su trabajo con sumo esmero y cuidado.
La decoración
Todos los detalles están cuidados y la naturaleza también está integrada en sus 9 suites. Los enormes ventanales de la cocina y el salón se convierten en un elemento integrador con el paisaje. El estudio de decoración Themroc es quien está detrás del respetuoso diseño de esta casa centenaria de 1.100 metros cuadrados reconvertida en un resort ‘eco-healthy’.
Gustavo Egusquiza @GusEgusquiza
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