Científicos buscaron "rarezas" entre las plantas disponibles y descubrieron que algunas daban un fruto amarillo. ¡Bingo! La ciencia detrás de este logro es la sistematización tecnológica de lo que el hombre ha estado haciendo desde que desarrolló la agricultura; elegir la fruta más jugosa, más grande y colorida.
60 especialistas de todo el mundo se reunieron este mes en Pucón, en la IV Conferencia Internacional del Genoma de Rosáceas (o de manzanas, duraznos, frutillas, frambuesas y ciruelas), organizado por la U. Andrés Bello. Sue Gardener de HortResearch, la institución de genómica para la agricultura de Nueva Zelandia, cuenta que todas las variedades que logran van directamente a los agricultores. Ellos crearon el kiwi dorado, y ahora están trabajando en un pequeño kiwi… rojo.
Ya tienen la primera generación de este nuevo fruto, pero falta para que llegue al mercado. La facilidad con que los neozelandeses producen nuevas variedades de kiwi radica en que los nuevos frutos son muy cercanos a la fruta silvestre; eso facilita el trabajo. Ahora, también están abocados en lograr una manzana que tenga el mejor sabor y, al mismo tiempo, la resistencia de las manzanas salvajes, que de paso saben pésimo. "En cinco años tenemos que solucionar el problema de la ‘harinosidad’ en el país", dice Víctor Sierra, de Biofrutales: habla de nuestros duraznos. No importa qué perfectos salgan del árbol, el congelador los vuelve harinosos.
Ariel Orellana, director del Centro de Biotecnología Vegetal de la UAB, cuenta que cuando un consumidor tiene una mala experiencia con una fruta, con un durazno chileno por ejemplo, puede pasar mucho tiempo antes de que olvide el episodio y tenga ganas de volver a probarlo. La genética es la nueva arma. él trabaja con las proteínas que son las que finalmente ejecutan las "instrucciones" de los genes.
Jaime Kong, del Consorcio Tecnológico de la Fruta, dice que la industria es consciente de que no puede estar ajena a la genómica, aunque ahora esté dedicada a exportar. También habrá que enfocarse en, por ejemplo, cómo dar en el gusto a los europeos, con duraznos más dulces, y a los asiáticos, con más ácidos. Competitividad igual variedad. Riccardo Velasco, del centro de investigación genética IASM, en Italia, anunció que el próximo mes estaría secuenciado (o leído) el genoma de la manzana, el quinto genoma de fruta del mundo. Es un paso gigante: "A veces hay genes tan similares que parecen iguales, pero tienen funciones totalmente distintas", explica. Uno puede ser responsable de lo dulce de la manzana y otro del color de las hojas. Conocerlos y manejarlos va a reducir dramáticamente el tiempo de desarrollo de nuevas variedades: no habrá que esperar a ciegas a que las nuevas plantas crezcan; se puede extraer su ADN cuando son pequeñitas y verificar si sirven.
En países desarrollados, las empresas realizan sus propias investigaciones para ser aún más competitivas; admiten la ciencia básica entre sus paredes. Jill Bushakra trabaja para Driscoll Strawberry Associates buscando nuevas variedades de frutillas. Ellos garantizan siempre fruta excelente. Tienen 20 variedades de frutillas en el mercado y "tratamos de generar una nueva por temporada". Desembolsan del orden de cientos de miles de dólares al año en ello.