Así el éxito llegó a la vida de Isabel Ormazábal, dueña de Frumar -frutos del mar- pero un conjunto de malas decisiones financieras la llevó a la quiebra. Hoy gracias a la ayuda del Fosis está tratando de retomar lo que perdió. En 1986 y siempre con la experticia de su progenitor en el tema, comenzaron a fabricar gel de algas con fines cosméticos.
Sin embargo, los beneficios de éstas iban mucho más allá de lo estético, pues al ser testeadas en California, Estados Unidos, los resultados arrojaron que entre un 48% y un 52% del producto eran proteínas. Además, según análisis del Sesma y la Fundación Chile se pudo comprobar que el calcio, fósforo, hierro y vitamina B formaban parte de las virtudes del producto marino.
Con esa información decidieron comercializar las cápsulas terapéuticas K.M. 42. Mientras al principio todo era positivo, con más clientes, más ventas, más dinero que ingresaba a la empresa, una resolución del Instituto de Salud Pública (ISP) en 1997 determinó que las cápsulas eran propias de un medicamento, limitando su venta sólo con receta médica.
"Apelé porque mi producto es 100% natural, no se le aplica nada, todo lo traía de forma natural. Pero el 2000 volvió a salir una norma, en la cual todos lo alimentos tenían que ser rotuladas con la información nutricional. Con eso se acabó la necesidad de recetas. Quedó etiquetado como un alimento natural", señala Isabel.
Ese mismo año su padre falleció y los contratiempos volvieron a aparecer. Una persona empezó a copiar su producto, con un diseño distinto de los envases pero con la misma marca. "Al principio traté de arreglar ese problema, pero después lo dejé, no sé que pasó al final", sostiene.
Nada de lo que le había sucedido antes se compara con la terrible experiencia que tuvo después. Dificultades con socios comerciales, incumplimientos de acuerdos de palabra y la quiebra casi simultánea de tres de sus clientes afectaron el buen momento económico que pasaba tanto Isabel como su familia. La empresa se fue a pique de la noche a la mañana y todo lo que había construido durante años lo perdió, pues tuvo que vender para poder cubrir las deudas.
Tan mal llegó a estar Isabel y su familia que un día fue a la Municipalidad de su comuna a pedir un subsidio para el agua potable, pues ya se le hacía imposible pagar toda la cuenta. Por casualidad llegó donde personas de Fomentó Productivo del municipio, quienes la derivaron al Fosis. Allí la ayudaron con 550 mil pesos para que pudiese reiniciar su negocio, dinero con el que compró una conservadora, materia prima y cápsulas. "Gracias a la ayuda del Fosis pude retomar mi negocio y salir adelante. Todo esto a principios del 2008 porque cuando comencé de nuevo 2006 se me hacia muy complicado cumplir con los compromisos comerciales", afirma.
Actualmente Isabel tiene sólo tres clientes, en Valparaíso, Concepción y Calama. Cumple con los pedidos a tiempo y sus ganas están puestas en crecer y volver a ser el negocio que era antes.
