Los riesgos son mayores en estas regiones porque allí la población crece a un ritmo más rápido. De mantenerse esta tendencia, para el año 2015, las diez ciudades más grandes del mundo estarán en Asia, América Latina y África.
Entre esas grandes urbes está la capital de Bangladesh, Dhaka, donde en la actualidad viven 12 millones de personas. Las consecuencias de este fenómeno ya son evidentes en el país, donde la cuarta parte de los habitantes urbanos viven en los llamados ‘slums’ (barriadas marginales) en condiciones muy precarias. Estos barrios de chabolas son asentamientos ilegales –aunque tolerados–diseminados por las ciudades que, en ocasiones, superan los 60.000 habitantes. La presión demográfica es tan grande que llegan a hacinarse entre 15 y 20 personas en un espacio que no alcanzan los 10 metros cuadrados. Estas viviendas –que carecen de agua y electricidad– se construyen a menudo sobre aguas contaminadas, con lo que el riesgo de contraer enfermedades se incrementa notablemente.
Por otro lado, las frecuentes catástrofes naturales que azotan a este país asiático recrudecen las condiciones de vida de los habitantes de estas barriadas. Las lluvias torrenciales que acompañan al monzón provocan que la mitad del territorio habitable del país quede desolado, por lo que toda la población (140 millones de habitantes) tiene que concentrarse en un 35% del territorio nacional. En los ‘slums’, muchas casas son arrasadas, por lo que la población se hacina en las aceras, aumentando su vulnerabilidad a enfermedades infecciosas.
Especialmente duras son las condiciones de las 27 minorías étnicas del país, poblaciones que viven en la extrema pobreza y que se asientan de forma ilegal en las áreas rurales de Bangladesh porque carecen de un terreno donde edificar sus viviendas. Como están aislados culturalmente de la mayoría Bengali, son confinados a lugares donde la mayoría de las familias no tienen tierras propias. En épocas pasadas habitaban áreas forestales y tierras gubernamentales pero, tras la independencia, las minorías étnicas se quedaron sin tierra, perdiendo totalmente su forma de sustento. Son expertos agricultores y ganaderos, además de trabajar en la fabricación de productos artesanales elaborados con madera.
INTERVIDA trabaja en la zona rural de Nolluakuri –a 60 kilómetros de Dhaka– en proyectos de desarrollo con 20.000 personas pertenecientes a dos grupos indígenas, Koch y Garos. Buena parte de estas familias carecen de propiedades y sus viviendas son inadecuadas e insuficientes, lo que hace que les resulte casi imposible escapar del círculo vicioso de pobreza. En este contexto, la organización ha iniciado un proyecto de construcción de granjas que, en una primera fase beneficiará a 20 familias. Se levantará una granja para cada familia en las tierras que les ha donado la iglesia local. Cada granja estará compuesta por un espacio para vivir (cocina, vivienda, baño con sistema sanitario y de drenaje) y una zona que se destinará a la agricultura, la ganadería y otras necesidades, como un cobertizo para guardar la leña y un depósito de basura. Se trata de una unidad para que una familia de 5 a 6 miembros pueda vivir y mantenerse.
Asimismo, se proporcionarán ayudas a las propietarias –al tratarse de sociedades matriarcales, la titularidad de la granja estará en manos de mujeres–, a través de subvenciones que invertirán en sacar el máximo partido al terreno, bien cultivando o bien criando animales, de forma que la granja se convierta en autosostenible a medio plazo. En principio, se espera que las 20 familias que vivan en la primera promoción de granjas sean económicamente activas dentro de tres años. Además, la comunidad entera participa en el proyecto, puesto que un comité de la aldea -compuesto por 5 ó 6 personas ancianas elegidas de forma democrática- serán los encargados de dar respaldo a la comunidad, al tiempo que velarán por la legalidad de las tierras. Por otro lado, las propias familias participan en la construcción de las granjas, haciendo propio el proyecto. El objetivo es que puedan vivir de forma digna y desarrollar unos ingresos que les permitan mejorar sus condiciones de vida.