Tintos y blancos, blancos y tintos pocas veces conviven por igual. Aquí se complementan, se abrazan, dibujan una completa muestra de la diversidad de vinos y elaboraciones que ofrece esta tierra. Despliegue de albariño, godello, mencía, treixadura, caíño y otras variedades de uva que garantizan un carácter tan singular como especial.
Aunque con ciertas ausencias, que quizás ahora no ha lugar mencionar, la cita permitió disfrutar de fantásticos rías baixas como los de Fefiñanes, Lagar de Cervera, Organistrum, Pazo de Baión, Pazo de Galegos, Pazo de Señorans, Pedro de Soutomaior, Terras Gauda o Valdamor. Compartían todos ellos mesa y mantel con los tan apasionantes ribeiros de Alberte, Agás do Tempo, Emilio Rojo, Escolma o Hush, nombres que han contribuido a que esta Denominación de Origen recupere el valor, la consideración y el reconocimiento que merece.
También encontramos grandes vinos de las mencías de Ribeira Sacra, como Toalde o Condado de Sequeiras. De Valdeorras, entre los que podemos mencionar As Sortes de Rafael Palacios. De Monterrei, entre ellos Gorvia y Castro de Lorbazán. Son algunos de los que están, aunque ciertamente no están todos los que son. Disculpas a aquellos que no han sido citados, aunque por justicia en algún caso debiéramos hacerlo.
Los vinos de Galicia tienen cierta exclusividad, por sus características únicas, porque sencillamente son diferentes, se alejan de la rutina y la monotonía. Pueden gustar o no, pero desde luego son auténticos. Son gallegos. Las cinco denominaciones de origen han conquistado los paladares nacionales y poco a poco los internacionales, hasta el punto de que las exportaciones de Rías Baixas, la que ha conseguido mayor renombre, ya representan más de la cuarta parte de las ventas. Y es que cuando hay un gallego en la copa, se puede rozar la luna con las manos.
Mar Villasante @MarVillasante