Bien es verdad que, en España, estos personajes corruptos capaces de provocar el mal a la sociedad sin ningún tipo de compasión, de remordimiento o de angustia, muy pocas veces pagan socialmente. Pero de ahí a que los medios de comunicación sigan haciéndoles incluso la pelota, hay un largo trecho.
Siempre pondré como ejemplo el caso de Madoff. Estafó a mucha gente; pero estará en la cárcel toda la vida, su mujer vive socialmente repudiada -incluso por sus amigos de la alta sociedad americana- y su hijo se suicidó al no soportar el desdén de, sus antes, amigos y colegas. La corrupción y el fraude son susceptibles de ser cometidos en cualquier sitio, pero en Estados Unidos, si te pillan, el coste social es altísimo.
Aquí, en esta república bananera en la que vivimos y llamamos democracia, a los estafadores los ponemos en un altar. Así nos va. Porque en un país en el que un corrupto no pisa la cárcel, sigue teniendo su dinero en Suiza y socialmente no tienen ningún coste, ser corrupto es un auténtico chollo.
En un país en el que vemos, impasibles, como los políticos salen de la política con casoplones y un nivel de vida de millonario de rentas, es que la democracia no la hemos ni olido, todavía.
Gema Castellano @GemaCastellano