Y habría que preguntarles que significa ese «bien» para ellos; aunque solo hay que echar un vistazo, a vista de pájaro y sin profundizar demasiado, al mundo, para averiguar, sin equivocarnos ni un ápice, lo que significa ese «bien».
Mientras tanto, en el sur de Europa las cosas andan revueltas. Al fin y al cabo, son los países mediterráneos los que siempre han arrancado las civilizaciones y también las han agotado.
Todo tiene un límite. Draghi dice que va a inyectar un billón, con B de burro, en las economías europeas, pero no garantiza que los bancos comerciales utilicen ese dinero para dar créditos a las familias y a las pequeñas empresas. Seguramente lo usarán para jugárselo en los mercados y dentro de un tiempo deberemos cargar a la deuda los destrozos, si los hubiera, de la nueva fiesta financiera.
¿Estas cosas son las que debemos mantener ‘votando adiestradamente’? Porque ya me diréis qué pintamos todos en una Unión Europea que a los únicos que ha unido es a los lobbys en Bruselas. Ni unión fiscal, ni unión jurídica, ni unión financiera, ni unión en derechos. ¿Que unión es ésta?.
En fin. Hoy vota Grecia. A su manera. Porque los de Davos todavía no han aplicado su estrategia. Veremos qué ocurre.
Pero insisto. Si todo el problema viene por renegociar una deuda, no será Merkel quien pueda tirar la primera piedra. Inculcar el miedo, sí; pero tirar la primera piedra, no. ¡Ayyyyyyyy… deberíamos dejar de comprarle lavadoras! Y también deberíamos de dejar de echar las campanas al vuelo. Alemania y Francia ya tienen las barbas a remojo y, me temo, que el turismo el año que viene no dará los resultados que Rajoy cree.
Gema Castellano @GemaCastellano