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Alguien lo tiene que decir. Vivimos en una sociedad de alta susceptibilidad, donde ya nada se llama por su nombre para no herir sensibilidades, el lenguaje se retuerce para evitar que las interpretaciones perjudiquen y las exposiciones públicas se miden al milímetro, como las de un actor en una superproducción.
La sociedad tiene la piel muy fina y “una sensación irreal de compasión”, así lo describe el filósofo Jose Antonio Marina, que, en caso de catástrofe, coloca en situaciones muy comprometidas a las personas e instituciones sobre las que se hace recaer, porque es lógico, la ayuda y la reconstrucción.
En la isla de La Palma, con el volcán Cumbre Vieja incandescente, la contención de los medios de comunicación y las autoridades es directamente proporcional al miedo que tienen a ser juzgados por una opinión pública histriónica que se explaya en las redes sociales.
Hoy, la Casa Real informaba a los medios de que la visita del los reyes a La Palma sería sin cámaras, para que no se tomaran fotos junto al volcán. Tanto el presidente del gobierno como los ministros que se han desplazado han mantenido un perfil bajo exagerado; y todo para que no los acusen de “ir a por la foto” y de falta de empatía.
Sin embargo, lo cortés no quita lo valiente. El volcán va a seguir su curso durante los días que su naturaleza considere y tanto los medios de comunicación como la sociedad deberían retirar la censura sobre ciertos temas importantes que ya deberían estar planteándose.
Bajo mi punto de vista, no es en absoluto descabellado aprovechar el tirón del volcán para atraer más turistas, habida cuenta de que ahora más que nunca, la isla necesita ingresos y crear puestos de trabajo. No es en absoluto incompatible con la empatía y con la atención a los damnificados que debe ser contundente y rápida por parte del gobierno.
La Palma va a necesitar ingresos, mucho dinero, para que sus habitantes reconstruyan sus vidas.
Los medios de comunicación deberían poder hablar también, sin que se les acuse de insensibles, de la cara de la moneda que genera divisas y, la verdad, que la prensa internacional pueda publicar imágenes de los reyes tanto con los damnificados como con el volcán, contribuye a poner La Palma en el punto de mira de un turismo internacional de calidad muy interesante.
Y se debería poder hablar sin censuras, además de lo dicho, para poder mantener la noticia viva. Pasado el tiempo de los testimonios, los medios se centran en la llegada de la lava al mar, un acontecimientos que lleva retrasándose dos días y que incluso puede que nunca suceda, por lo que hoy, cuando informativamente La Palma iba pareciéndose al ‘Día de la Marmota’, Puigdemont y su detención por sorpresa en Cerdeña ha llegado a las portadas para dejar a la isla y a su volcán en un claro segundo plano.
Respecto a la solidaridad, menos ropa y zapatos que sobran de los ‘cambios de armario’ y más aportaciones económicas por pequeñas que sean. Las necesidades son de reconstrucción.