La política doméstica no deja de sorprendernos. Los asuntos internos son tan extravagantes y estrafalarios, que casi es mejor que no traspasen fronteras so pena de ser catalogada España de auténtica república bananera. Aunque, miren, siempre hay fugas. Porque, de vez en cuando tal y como ha ocurrido esta semana, el jefe de la oposición se planta en Europa con la única “idea” y punto en el orden del día de criticar al gobierno e insultar al presidente del gobierno; y en ese orden de cosas, es de imaginar que los compromisarios europeos pudieran llegar a la conclusión de que el partido de la oposición esté liderado por “niñatos” y “chiquilicuatres” capaces de cargarse la Marca España solo por la pataleta de que no gobiernan. En fin.
No han sido los políticos europeos los que se han pronunciado sobre los comportamientos infantilizados de la élite de la oposición, sino su “mamá política”: Esperanza Aguirre
Esperanza Aguirre, la mamá ideológica de Casado y Ayuso, ha calificado a los equipos de gobierno de Génova y del ayuntamiento de Madrid de “niñatos” y “chiquilicuatres”, que según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) significa inexpertos y de poca importancia.
Ahí andan. Inmersos en luchas internas de poder, tratando de afianzar su liderazgo en la franja de la derecha a codazos y bloqueando la renovación de las instituciones, porque sus aspiraciones son amplias. Cuando gobiernen, quieren hacerlo para toda la vida.
Esperanza Aguirre los llama “niñatos” y “chiquilicuatres” y Teodoro García Egea, ese que vino de Murcia y no le debe pleitesía, le contesta que lo que estuvo a punto de cargarse al PP es la corrupción. Un torpedo en la línea de flotación de Aguirre -recuerden su mandato y a su charca de “ranas”– que tendrá consecuencias seguro.
Génova es un polvorín, los amiguetes se están convirtiendo en enemigos íntimos y Vox está sentado en la puerta de su casa esperando ver pasar el cadáver de su enemigo.
Sánchez, por su parte, ha vuelto a caer de pie. Después del fiasco del aeropuerto de El Prat -esa infraestructura pendiente que Ana Rosa Quintana se empeñó en valorar un día en 150 millones y al siguiente en 170 millones sin que ninguno de sus tertulianos se atreviera a contradecirla, cuando el coste era de 1,7 millones- , que también le salió bien, Aragonès, el president de la Generalitat, se ha alineado sorprendentemente con él en mantener que la mesa de diálogo es entre gobiernos y no entre partidos, ahorrándole a Sánchez así el descrédito de tenerse que desdecir, por no sentarse con esos a los que tuvo que indultar.
Parece que el Procès está definitivamente muerto y que la fractura en el independentismo es incuestionable. Divide y vencerás, debe pensar Sánchez a quien el único que lo vio venir fue Junqueras. Y, parece también, que la mesa de negociación se reunirá sin los de Puigdemont, sumidos en una lucha interna entre los que tienen algo que perder y los que no.
“A Sànchez lo desalojará el recibo de la luz”, dicen algunos en el PP, pero el presidente ya ha lanzado un mensaje a las Eléctricas. Si él sale perjudicado, la reputación de las del oligopolio también; y al fin y al cabo eso es lo que más temen.
Hila muy fino Pedro Sánchez. No olviden que defenestró a Pablo Iglesias, ¡y era duro de pelar! A Pere Aragonès lo ha dejado atónito y sus ministros saben que están para lo que están. No es fácil desmontarlo. ¡Que le pregunten a Albert Rivera! Sánchez se ha empeñado en gobernar en unos tiempos de cambios muy complicados, aunque otros se empeñen en no dejarlo. Todo está por ver.