Lo cierto es que el Día de Difuntos ha perdido glamour, prestancia y solemnidad, desde que los americanos nos han impuesto el frívolo Halloween. Y que conste que yo no hago ascos a una película de Freddy Krueger, fantasmones o incluso a los dibujos de Scooby-Doo, en el sofá y bajo la manta de cuadros, una noche de difuntos. Pero nosotros teníamos a Don Juan Tenorio y montones de flores para exorcizar a la de la guadaña en los cementerios. Ahora, para que los niños no se traumaticen, no se les lleva a los cementerio
Ahora, para que los niños no se traumaticen, no se les lleva a los cementerios. No entraré en este asunto, pero diré que se pierden mucho. Primero, aprender a normalizar la muerte y segundo, valorar mucho, mucho, mucho la vida.
No entraré en este asunto, pero diré que se pierden mucho. Primero, aprender a normalizar la muerte y segundo, valorar mucho, mucho, mucho la vida. Además, los cementerios españoles esconden obras de arte maravillosas y curiosidades increíbles. Muchos han llevado su sentido del humor, su sarcasmo, su mala leche o su amor, hasta su mismísima tumba, y así lo han dejado grabado en piedra. Y lo cierto es que para terminar dando con los huesos en esos lugares tan bucólicos, deberíamos estar preparados.
Veréis. Me contaba hace tiempo un amigo belga, que en un pequeño y coqueto cementerio de un pueblecito de Bélgica los animales que bebían agua de un arroyo morían o caían enfermos. A alguien se le ocurrió analizar todo lo que encontró en un kilómetro a la redonda del arroyo. Pero cuando sometió a las pruebas la tierra del cementerio, se quedó atónito. Estaba saturada de productos químicos venenosos, procedentes de la alta concentración de medicamentos que habían tomado los ilustres moradores en la vida eterna. Ya veis. ¡Incluso muertos, somos tóxicos!
Pero ahora lo que se lleva es que te metan en un horno y después en una urna que nadie se quiere llevar a casa porque da «yu-yu». Así te pierden de vista cuanto antes, no te tienen que llevar flores al cementerio y a otra cosa mariposa. Filosofía usar y tirar, que también ha llegado a las relaciones. ¡Vamos! Que el muerto al hoyo, no, al mar con urna y todo, y el vivo al bollo 🙂
Por eso han tenido que comenzar a fabricar las urnas de sal o biológicas, porque el Mediterráneo está ya saturado, habiendo un lugar determinado para los muertos en la tierra: los cementerios.
Y cuidadín cuando vayáis por Paseo de Gracia o la Gran Vía madrileña, y notéis cómo os cae cierto polvillo gris encima. No es polución. Es que se ha puesto de moda esparcir las cenizas con drones; y, claro, si el muerto tenía mucha mala baba, como que se caga en todos, figuradamente hablando, desde las alturas.
En fin. No nos convirtamos en muertos vivientes. De momento, estamos aquí. Y acordaros de vuestros muertos, si queréis que alguien se acuerde de vosotros.