El problema no reside únicamente en la ineficacia de la técnica, sino también en los riesgos asociados a su promoción como herramienta terapéutica. Si bien hablar con afecto a un niño dormido no implica ningún perjuicio directo, sí puede generar expectativas irreales en padres y madres que buscan mejorar el bienestar emocional de sus hijos
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